04 junio 2016

ALDEAS OLVIDADAS DE PONTONES III

Este paraje de las Huergas (según el mapa) o de las Huelgas, como también he visto con frecuencia citado en internet, es realmente espectacular y bien vale la pena tomarse su tiempo sin prisas para recorrerlo. Por lo que he visto sobre el mapa, a posteriori de hacer la ruta, por aquí confluyen tres arroyos, a saber, el de las Espumaderas, de las Huergas y de los Centenares. El más caudaloso de todos porque recoge el caudal de los otros dos es el de Huergas. Al menos, eso se infiere tras la observación sobre el plano. En esta parte de la ruta, por desconocimiento, obviamos visitar un rincón al que por su belleza, bien merecía la pena acercarse para echarle unas fotos. Es la cerrada de Parrate, en el arroyo de Huergas, con su bella cascada y alguna que otra bonita panorámica, que en otra ocasión, intentaremos conocer y fotografiar.
Por el arroyo de las Espumaderas arriba
Esta ruina en sus tiempos de esplendor fue el molino de Parrales
Radiante belleza de la naturaleza pero un verdadero infierno tóxico para los alérgicos. 
Cascada en el arroyo de los Centenares
Para hacernos una idea de la cerrada de Parrate, que como queda dicho, no recorrimos.
Desde aquí, nos tocó conectar con una senda que barranco arriba nos llevaría al Camino de la Cuerda y por este al cementerio y unos metros más adelante, al arroyo de las Canalejas. El agua estaba buenísima y dado el calor ya reinante de las dos de la tarde, supuso todo un placer para los sentidos, el refrescarse con ella. 
Como dijo el poeta Jorge Manrique, ¡Dios mio que solo se quedan los muertos...! Despertó mi melancolía tropezarme con cementerio tan abandonado, tan sumido en su hermoso silencio. Algunas tumbas parecían cuidadas y les habían puesto flores, eran de plástico, pero entendemos que son las que más aguantan sin agua, donde el tiempo no existe y todo es eterno. En fin, aquí dejo un puñao de fotos como testimonio de nuestro paso por este bendito lugar, verdadero remanso de paz, cuyas almas descansan ad vitam aeternam.
En el arroyo de las Canalejas nos detuvimos a comer y echar la siesta, donde al parecer, al poco quedé frito y ronqué. El lugar tiene su encanto, pero visto lo visto, tras echarle un rápido vistazo a las inmediaciones, donde el único vestigio del pueblo que fue y que medio queda en pie es la iglesia, yo aconsejaría seguir adelante hasta el siguiente punto en importancia de la ruta, distante no muy lejos de aquí, que es la aldea abandonada de Los Centenares. Aquel lugar, como ahora veremos, es ideal para refrescarse, comer y descansar. La apoteosis de lo sublime para dormir.
FINAL TERCERA PARTE

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