12 febrero 2015

PINAR DEL DUQUE-LA GUILLIMONA (2067M) I

Cuando se planteó la posibilidad de hacer la ruta de la Guillimona, con los Piratas Montañeros, el día anterior me di una vuelta por wikiloc con la intención de consultar el mapa y hacerme una idea de adonde iba. Como David me había comentado que sería una ruta sencilla de diez kilómetros para hacerla en poco tiempo y sin riesgo, pronto deduje que se trataría de esta que subió Isidoromf hace algún tiempo. Seguí indagando y mira tú por donde me tropecé con mis paisanos de Bullas, en una ruta muy parecida a la anterior y que el amigo yerri había publicado en wikiloc. Sin embargo, fue esta que había subido Alsamuz la que a priori me pareció más atractiva.
Una ruta circular, o en este caso concreto, casi circular, siempre se hace más amena e interesante, por tanto, decidí cargarla en el garmin y una vez coronáramos, hacerme una idea y decidir si merecía la pena volver por aquí. Como ya comenté en la anterior entrada, mientras buscábamos el punto de inicio, y dadas las condiciones que nos encontramos en la carretera, con mucha nieve acumulada a un lado y a otro que nos impedía estacionar, no tuvimos más remedio que continuar avanzando e improvisar un lugar distinto desde el que comenzar. Así fue como finalmente, nos planteamos realizar una ruta distinta a la programada, y no fue otra que la de Alsamuz la que obtuvo el general consenso.
Bien es cierto que comenzamos la ruta bastante tarde pero ahora puedo decir con conocimiento de causa, que ni saliendo a las ocho de la mañana la hubiésemos podido completar. Había tanta nieve y tan agotadora se nos hubiese hecho la subida a la Guillimona que más de uno habríamos picado billete y hasta no descarto haber tenido que llamar al helicóptero para sacarnos de allí. Bueno, igual exagero un poquito pero andar por entre tanta nieve y durante equis tiempo, al final te muele y te exprime hasta dejarte como un higo seco.
El día que hice parcialmente esta ruta con los piratas montañeros fue irrepetible, único, porque había una luz especial, radiante, esplendente, que cuando volví a los tres días, ya no era la misma. Momentos antes de parar el coche en la entrada de la Vidriera, el termómetro marcaba los menos seis grados.
Eran las ocho y media cuando comencé a andar.
Aquel sábado había echado de menos a mi Viky porque bien sabía lo que disfruta ella con la nieve. Así que, ahora le daría la oportunidad de que se resarciera.Y en efecto, nada más notar el contacto frío de la nieve que se rendía fácilmente a cada uno de sus frenéticos correteos, se volvió un poco loca, corriendo de aquí para allá como alma que lleva el diablo y disfrutando como una perra...(¡ah, capullo!, a veces se me olvida a la especie animal a la que pertenece esta criatura). Aprovechando las rodadas de un todo terreno con el que me había cruzado hacía unos instantes, el avanzar parecía que se hacía fácil y llevadero.
Casi todos los perros, son tan leales a su dueño que durante una ruta, van y vienen, vienen y se van...sobre todo al principio cuando todavía conservan las fuerzas intactas. Al regreso, si ya comienzan a acusar los rigores del esfuerzo realizado, se lo piensan mejor y deciden esperar a que les alcancen...
Como no me fiaba mucho del grado de exigencia, y con tanta nieve, que tendría la ruta, decidí obviar el paso por el mirador de los Aserradores, que ya conocía y dejarlo si me daba tiempo para la vuelta. Así que, como en la anterior ocasión, me quedé con las ganas de inspeccionar la caseta de vigilancia, encaminamos nuestros pasos directamente hacia allí.
La nieve estaba más dura y compacta que la vez anterior, pronto supe que la ruta se haría el doble de exigente por este motivo.
Aquí podemos observar la cara cariacontecida que pone la Viky porque eso de que le desaparezcan las patas a cada paso que daba...como que no le hacía mucha gracia.
Y como de tonta no tiene un pelo, y mira que tiene...pues procuraba en la medida de lo posible, aprovechar los surcos de mis pasos o de los que habíamos labrado unos días antes...
En esta zona nos hundíamos hasta las rodillas...luego en la bajada descubrimos la pista inmaculadamente virgen de acceso a la caseta.
Desde la distancia, no parecía excesivamente difícil superar el pico de la Guillimona.
Yo creo que, con la cara que pone, ya comenzaba a sospechar que esta ruta se le atragantaría...demasiada nieve para una criatura tan pequeña. 
¡Vaya cenutrio insensato de dueño que tiene...!
En efecto, era lo que sospechaba, que desde la cota en que está situada la caseta Choza Foguero se podía divisar parte de la inconfundible silueta de la Sagra.
Bonitas vistas, sin duda.
FIN PRIMERA PARTE

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