01 junio 2014

EMPANADAS, POR EL BARRANCO DE LA MAGDALENA Y TÚNEZ, V (SIERRA DE CASTRIL)

Al ir conociendo los alrededores de la cabaña del maestrillo, comprendo que no se encontraba tan solo, como mi espíritu romántico, quería imaginar. No solo recibiría la visita más o menos frecuente de pastores, que a los pastos de las inmediaciones, acudieran con sus cabras y ovejas, sino que las ruinas de cortijos, majadas, caleras, pegueras y demás, diseminadas por doquier, invitan a pensar, que tuvo lugar un pasado esplendor, lleno de actividad febril, en la sierra de Castril, en donde la economía de subsistencia, constituiría el modus vivendi de la mayoría de sus gentes, tal y como así mismo la ejerció, el ilustre maestrillo del barranco de Túnez.
¡Saluda a la cámara guapa, que te voy a inmortalizar...!
Tenemos más hambre que el perro de aquel herrero, que se zampaba las chispas, por comer caliente...estos familiares arbolillos me indican que estamos a tiro de piedra de la cabaña del maestrillo. El lugar parece idílico. Ciertamente desprende, un encanto especial. Un aura benéfica que inspira serenidad y paz en el espíritu.
Las ruinas de la antigua cabaña
Del blog de un amigo cibernáuta, he rescatado estos recortes de periódico, en los que, tiempo ha, hablaban del maestrillo.
Son unas crónicas muy interesantes que nos acercan al personaje y que dan idea de quien fué y cómo vivió esta singularísima persona. 
Si no establecemos la suficiente distancia entre lo que en el artículo se cuenta del maestrillo y la idealización que de este hombre, al menos yo, ya ponderamos, corremos el riesgo de que, al entender que simplemente se trató de un pobre eremita que no tuvo suerte con las mujeres, y que fumaba como un carretero, tal vez, y digo tal vez, conocer estos detalles pudiera cargarse el mito, o quien sabe, revitalizarlo.
No nos entretenemos demasiado, reposando la comida, pues el tiempo y por consiguiente, las horas de luz disponibles, se nos echan encima y es preciso continuar la marcha. Aún quedan tramos duros por recorrer porque la aventura aún no ha terminado. Las fuerzas flaquean, la lucidez mental ya no es la misma, el sentido de la orientación chochea, se comienza a anhelar el final y surgen en mis compañeros las primeras dudas acerca de lo fidedigno del track que seguimos. Tras algunas vacilaciones, les convenzo de que ya es tarde para especular e improvisar un recorrido alternativo.
Hemos de tener fe en Alsamuz, que hasta la fecha, sus track, nunca me han fallado, y ya he seguido unos cuantos. 
Estoy deseando echarme al visor de la cámara, aquellas espectaculares rocas con formas zoomórficas y recorrer la emblemática senda de las margaritas.
Estas no se hacen esperar. El rincón es todavía más sobrecogedor de lo que sugieren las imágenes. Son rocas enormes que intimidan...que apabullan, que te impresionan.
En esta imágen me tomo la licencia de definir un poquito más la silueta del bello animal que inspira la forma pétrea.
La senda de las margaritas no nos decepciona. El tramo final del recorrido nos resulta imponente, bello y muy exigente. 
Toda una experiencia mística y casi religiosa.
Las sombras del atardecer nos acechan...
Mientras caminamos, no dejan de sorprendernos estas agrestes laderas que caen al lecho del barranco, así como las numerosas formas pétreas labradas por el agua en las rocas de su entorno.
Al tropezarme con esta escena, en la que veo elementos del paisaje que ya me resultan familiares, anuncio el final del camino, pues lo estoy ratificando en el pequeño aparato que tan inestimable ayuda nos está brindando. Vamos por la ruta correcta y el final de la misma, parece apoteósico.
Pero aún nos quedan, duros escollos que vencer.
Ramón también parece contento por presagiar que el final, se encuentra cerca...
El pantano del Portillo
Bajando por una complicada senda construida en piedra.
Volver a encontrarnos con esta joya geológica que es la cerrada de la Magdalena, nos llena de alegría y al mismo tiempo, nos vuelve a sobrecoger la verticalidad, altura y extensión de esta monumental pared caliza en la que se abre una angosta fisura por la que escapa el agua en forma de cascada, para caer en una bella poza, desde la que minutos más tarde, por la fuerza de la corriente, sería arrastrada la montañera y trasquilada Viky, unas cuantas pozas abajo, hasta el límite mismo del infierno, del que fué rescatado in extremis, por ese beato de los perros llamado San Roque, que evitó que pereciera ahogada.
En amarillo, el track de Alsamuz, y en azul el que realizamos nosotros, en donde se puede apreciar, respecto de aquel, las modificaciones que por diversas circunstancias, llevamos a cabo, en el transcurso de esta espectacular e inolvidable ruta.
PERFIL
Finalmente lo de Viky, solo se trató de un susto. Cuando llegamos por el otro lado, ya de vuelta, a las pozas de la cerrada de la Magdalena, había que cruzar. No recordaba que podía hacerse por detrás de la cascada, así que lo hice a lo bestia, de roca en roca, por en medio de la poza principal, arriesgándome a resbalar y pegarme el batacazo. Pero como los últimos metros de aquella vertiginosa senda de bajada hacia la cerrada, los habiámos hecho a un ritmo trepidante, pues nada más llegar, llevado por la inercia, me puse a cruzar. Y refrescándome la cara y los brazos estaba ya en el otro lado, cuando con el rostro crispado y a gritos, Miguel Ángel trataba de decirme algo que con el rugir de la cascada no acertaba a entender. Al final comprendí y por la senda salí disparado, esperandome encontrar, el cuerpo inerte, exánime de mi pobre perrita, que quiso cruzar por donde lo había hecho yo, y la fuerza de la corriente la había arrastrado, aguas abajo.
Mal acostumbrado como estoy, a ir confiado de que siempre se busque sus mañas, sin necesidad de mi ayuda, para ir sorteando los obstáculos, y que ello me lleva a veces, a desentenderme en exceso de ella...me la encontré algunos metros más abajo, en una de las pozas, luchando contra la desorientación, intentando alcanzar tierra firme. Cuando me vio, solo tuvo que nadar hacia mí y ponerse definitivamente a salvo. No parecía tener ningún golpe en la cabeza, ni magulladura en el cuerpo, que la hubiese dejado malherida. A priori, solo parecía estar asustada. Tuvo suerte.
Suspiré aliviado, pensando que un querubín de San Roque, la había salvado. Al día siguiente, se encontraba muy nerviosa e inquieta.
Su comportamiento era de lo más extraño. Estaba más o menos tranquila en su manta, y de pronto, se sobresaltaba y girando sobre sí misma como poseída por el demonio, se ponía a dar saltos, gimoteando desconsoladamente. Nos rompía el corazón. Así estuvo el resto del fin de semana que yo achacaba al trauma originado por la experiencia sufrida. Aquel lunes, llamé a mi amigo Juan, el veterinario, que echándose a reír me dijo que ni trauma ni leches, que tenía un parásito en la piel, que cada vez que le picaba, de la impotencia, la volvía esquizofrénica. 
¡Tráemela enseguida, que en un santiamén se lo solucionamos...!
Aquella misma tarde, sometiéndola a un tratamiento de limpieza descontaminante y antiparasitario, por fin encontró alivio y al día siguiente, que nos dimos un paseo por el cañón de Almadenes, ya estaba como nueva.

¡HASTA LA PRÓXIMA AMI@S!

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