09 mayo 2014

EMPANADAS, POR EL BARRANCO DE TÚNEZ III

A esas horas del día, la subida final hacia el Empanadas se hace dura e interminable. Superados los tramos más empinados y peligrosos del barranco, el grado de inclinación se suaviza y aterrizamos en un collado de fácil progresión. Vamos girando a la derecha para atacar la recta final, intuyendo que la visual al punto geodésico de nuestro objetivo se encuentra muy cerca. En efecto, a lo lejos, un constante pulular humano y animal de varias personas y un perro, alrededor de algo, nos indica el lugar exacto en donde debe encontrarse la cima. Parecen ser cinco componentes de algún comando montañero que han coronado antes que nosotros. Aún están muy lejos y no sabemos si esperarán nuestra llegada. Por alguna razón que desconozco, cada vez que corono el punto más alto de una montaña, y sobre todo en los momentos previos, experimento un hondo regocijo y sin apenas darme cuenta, acelero el paso y me entran las prisas por culminar. Nos sorprende que todavía quede nieve en la cima. Ello da idea de lo que debe haber llovido y nevado, por estas tierras durante el invierno.
Dos o tres días como el de hoy, con el sol apretando, y no quedará ni rastro de estos enormes y compactos ventisqueros.
Las panorámicas en derredor son magníficas, espectaculares.
No parece que nuestros amigos tengan mucha prisa por levantar el vuelo, así que, sospechamos que aguardan nuestra llegada para saludarnos.
En efecto, nada más coronar, saludamos a nuestros amigos que han estado observando nuestras evoluciones hasta alcanzar la cima. Resultan ser cuatro montañeros de Santiago-Pontones, los cuales llevan varios días de excursión, andando y pernoctando por entre esta bonita e interesante sierra de Castril. Me muero de la envidia porque algo así me encantaría hacer a mí. Además, parecen estar muy bien avenidos y desprenden camaradería y buen rollo. Casi al instante, y tras el correspondiente intercambio de impresiones, nos sentimos ensamblados como dos miembros más de su comando, y dado que emprendemos el regreso por el mismo itinerario, nos unimos a ellos del modo más natural y espontáneo. 
El cilindro de hormigón, que marca el vértice geodésico del Empanadas, parece estar un poco sostenido en precario, pero se supone que de momento, aguanta bien los embates de la nieve, el viento y los humanos.
En lo alto del Empanadas hay cobertura.
Nuestros amigos disfrutando como zagales en la nieve dura y apretada del ventisquero.
Nuestro amigo parece estar indicándonos algo...
Los campos de Hernán Perea al fondo...
Precioso el valle que se vislumbra al fondo...
FIN DE LA TERCERA PARTE

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