14 septiembre 2012

CITA A CIEGAS CON AITANA I

Después de la experiencia de mi primer vivac en la Sagra, quedé seductoramente arregostado para repetir.
La nueva ocasión no se hizo esperar.
Un jueves por la tarde, penúltimo día de agosto, navegaba por la “intenné” olisqueando cosas de senderismo y puse en el “gugle” las palabras mágicas...”vivac”.
El buscador, entre otros enlaces, me ofreció el de una página web, murciana, que llamó poderosamente mi atención.
De pronto se ofreció ante mí todo un universo de experiencias, de viajes, de aventuras y sobre todo, miles de fotografías y algunos cientos de videos por ver, que ilustraban de forma inequívoca, cada uno de los mágicos momentos vividos por sus variados y heterogéneos participantes.
En una de sus últimas actividades previstas de fin de semana se trataba de “vivir un vivac”, válgame la rebuznancia, en lo alto de la sierra de Aitana.
A los no socios, les daban la oportunidad de “apuntarse” con solo solicitarlo vía correo electrógeno.
La ocasión la pintaban calva y aunque en principio podía disuadirme el acudir al evento, la gran distancia que me separaba de la sierra, no me lo pensé demasiado y decidí formalmente solicitar autorización para asistir a tan emocionante acontecimiento.
En efecto, la respuesta la obtuve en apenas unas horas.
Podía formar parte del grupo, recordándome el material que debía llevar consigo.


En realidad se trataba de una cita a ciegas pues no conocía absolutamente a nadie de los que tendría por compañeros de aventura, las próximas doce horas, y dado que la convivencia entre personas siempre resulta una experiencia impredecible, puse rumbo a Murcia, con la incertidumbre lógica a lo desconocido.


A la hora y en el lugar indicados, estábamos mi Viky y yo, prestos y predispuestos a iniciar la experiencia de nuestro segundo Vivac en el techo de Alicante.

Agrupación de Senderistas y Montañeros de la Región de Murcia   (A. S. M.), es un club abierto a todos los amantes de los deportes en la naturaleza, esto es, senderismo, montañismo, alpinismo, escalada, esquí, BTT, carreras de montaña, descenso de barrancos, rafting...es decir, cualquier persona, animal o cosa, independientemente de su nivel físico o técnico en deportes de naturaleza y aventura, tiene cabida en este variopinto club de amigos. 

Según rezan algunos de sus eslóganes: 

“Todo se andará, todo se subirá...”
“Un día de sendero, una semana de salud...”

En fin, la ocasión se mostraba bastante propicia y sobre todo muy prometedora.
Nada que inspire más tranquilidad y confianza que patear la montaña con gente avezada, baqueteada con los imponderables que en cualquier momento se pueden presentar.

Fiel a mi costumbre, como más tarde veremos a través de las instantáneas, iremos conociendo a l@s 16 integrantes de esta nueva aventura senderista, con el aliciente añadido de dormir, o intentarlo al menos, bajo el fulgor de la luna llena y la rutilante bóveda estelar.


El viaje de ida lo hice acompañado de Alfonso y Marian. 
Con estos montañeros, pronto me sentí "entre amigos". 
Y tal empatía surgío entre nosotros, que el trayecto hasta los pies de Aitana transcurrió en un suspiro.
De entre los asuntos y temas que abordamos, incluidos algunos sobre lectura que promovieron en mí, la ya impostergable decisión de leer de una vez por todas El Quijote, escuché de boca de nuestra amiga Marian un precioso relato, "La casa de los mil perritos", mientras los kilómetros se iban sucediendo y nos adentrábamos por las zigzagueantes curvas del puerto Tudons, en el valle de Guadalest.

Cuando acabó el cuento, se ofrecía ante nosotros un nuevo tema de conversación a desarrollar, pero entre tanto, nos habíamos desviado hacia una pista de tierra procedente de otra asfaltada, y después de subir una vertiginosa pendiente, sembrada de pedruscos, llegamos a una explanada, lugar desde donde iniciaríamos nuestra apasionante ruta rumbo a la sierra de Aitana. 
No había tiempo, de momento, para más cháchara pues tocaba organizar los bártulos que cada cual se llevaría al vivac.
¡Comenzaba la fiesta!


Preparando los apechusques...

El sol aún se mantenía a buena altura, pero el día comenzaba a declinar...éramos catorce aventureros, más la Viky y Nemo. 
La gente parecía ir bien cargada, portando sus mochilas con agilidad y soltura. La pista era todavía de un andar fácil, de ligera pendiente en progresión ascendente. 
Fiel a mi costumbre, me dejaba llevar, disparándole fotos a todo lo que se me ponía por delante y llamaba mi atención. Los colores de la tarde, comenzaban a ponerse melosos, presintiendo que en apenas media hora, tendríamos un crepúsculo precioso.
Bonita imágen de Nemo, escoltando a estos alegres montañeros...
Impregnándose de los colores del atardecer, las paredes de este peñasco...
Progresando por la pista hacia la fuente de Partagás...
El grupo, atendiendo una de las numerosas e interesantes enseñanzas sobre botánica que nuestro insigne cicerone, Pepe Tárraga, tuvo a bien compartir con nosotros.
 El arce.
 Árbol de la familia de las aceráceas, de madera muy dura, hojas sencillas y lobuladas, flores pequeñas en corimbo o en racimo y fruto en doble sámara. Como bien nos decía Pepe, la bandera de Canadá tiene una hoja de arce roja.

La gente se lo pasaba bien, comprobando in situ, las excelencias en cuanto a sabor, tacto y aroma de la planta y el fruto, del cual habíamos sido instruidos.
Mientras tanto, el cielo comenzaba a empaparse de las tonalidades propias del áureo atardecer.
Seguíamos avanzando, hechizados, embrujados, cautivados, fascinados por la magia de un ocaso absolutamente deslumbrante, que infundía cierto aire de paz y quietud en el ambiente.
Ni siquiera el pájaro metálico que se divisa sobre el incendiado horizonte, con el atronador rugido, de sus hélices propulsoras, fué capaz de romper la belleza y esplendor de aquellos minutos inolvidables...la tonalidad del cielo cambiaba a cada instante, de un segundo a otro, todo era distinto, pero siempre igual de bello.
Una maravillosa sinfonía de color y fuego deslumbrante, diéronse cita aquella tarde para deleite y embeleso de aquellos privilegiados seres que habían decidido dormir a la intemperie en la fuente de Forata.

Ya solo por haber sido testigo de tan grandioso espectáculo de la naturaleza, había merecido la pena, el embarcarme junto a mis compañeros, en esta cita a ciegas con la palpitante Aitana.
Pero como se suele decir en estos casos, unas imágenes valen más que mil o cuatrocientas mil palabras...
Evidentemente, tal exhibición de derrochante belleza, no podía por menos que servir de inigualable marco, para realzar bellezas de otra naturaleza...


Fin de la 1ª Parte
 

1 comentario:

  1. Muchas gracias Alfonso, por esas fotos y ese relato... ¡una crónica de una bonita experiencia! síiiiii

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