23 junio 2012

SIERRA SECA

En la excursión de hoy nos toca Sierra Seca, la gran ignorada, porque se encuentra a desmano de las sierras más mediáticas y habituales de estos contornos. Se puede decir que queda en cadiós de Cazorla, ídem de Riópar, representa la zaguera o una de las colas de la sierra de Segura y en todo caso, muy pocos reparan en ella porque la bella y fascinante, la colindante Sagra la eclipsa. Para más inri, cuando te adentras por el valle de Castril, la Cabrilla y pico Empanadas acaparan toda tu atención, así que, a la pobre Sierra Seca le sueltan hostias por todas partes, porque sufre del respetable senderista, de toneladas de indiferencia y desinterés. Lástima porque la pobre debe tener la autoestima por los suelos, y no debiera ser así ya que su orografía y paisajes merecen mucho la pena. Pero no nos engañemos, Sierra Seca es la gran olvidada, es lo que hay. Creo que hasta se podría afirmar que queda fuera del circuito habitual senderista. Pero yo quiero conocerla y para ello he echado mano, una vez más de un recorrido de mi tocayo Alsamuz hecho junto al Comando Totana, y me he preocupado de estudiar bien el itinerario al punto de inicio, sin vacilaciones ni dudas. Y he madrugado porque no quiero comenzar a caminar a las tantas. A toro pasado, opino que es un recorrido bonito e interesante para otoño, primavera o invierno, pero para el verano, ¡tururú!, ya que se puede hacer muy exigente dada la escasez de sombras y agua de que adolecen estos barrios. Pero disfrutar de la visión de la espectacular Sagra durante casi todo el recorrido, es una postal que no tiene precio. Incluso hacerlo al contrario de como indica la ruta de alsamuz, creo que también puede resultar interesante. Solo me resta decir, que obvié alcanzar el pico del Buitre que contempla el track por haberlo visitado hace pocas lunas, así que, in situ, consideré que podíamos ahorrarnos esos kilómetros de ida y vuelta, habida cuenta la calorina que ya nos estaba cayendo. 

En fin, llegué al punto de inicio tras hora y media de viaje. En Huescar, paré en una gasolinera para repostar. Pregunté a un atento y agradable operario, que resultó ser sordomudo, por dónde se cogía para la carretera hacia Santiago de la Espada. Solícito, requirió la ayuda de un parroquiano que a todo esto llegaba, para que pudiera indicarme. ¡Tras dos semáforos coges a la izquierda. Está bien señalizado! ¡Buena gente la de Huescar!, me dije. 
Tras doce kilómetros o así, enchufé el gepese y enseguida me marcó por donde tenía que desviarme. Nada más salirme de la carretera e introducirme en el camino, me encuentro un ríachuelo por el que había que cruzar. No me fío. Detengo el coche, me bajo y compruebo la profundidad en ese punto del denominado río Raigadas. 
Fondo de profundidad escasa y asiento de guijarros, apropiado para el paso de cualquier tipo de vehículos, inclusive bicicletas. 
Cruzo sin problemas, dejando a mi derecha el cortijo de la Noguera.
Después de subir durante algunos kilómetros por una pista bastante bacheada, llego al principio de ruta, sito en el cortijo del Escribano.
El lugar es muy apacible y solitario y oigo ladrar muy cerca a unos perros que olfatean nuestra presencia, sobre todo la de Viky, también se deja oír el sonido de cencerros que deben proceder de un corral cercano.
Mientras preparo los bártulos, me invade esa familiar sensación de excitación y felicidad, de sentirme dichoso por estar vivo y de esa percepción y conciencia del aprovechar el "aquí y ahora", el carpe diem que decía Horacio. Todo preparado, tan solo me queda orientar bien el coche, debajo de un pino para que lo proteja la sombra en todo momento, que al regreso, se agradece no encontrarte con un interior a 50º que parezca un horno crematorio. También le cambio las pilas al gepese al que solo le queda una raya.
Muy pronto nos adentramos por entre el barranco del Chaparral, y como dice mi amigo Alfonso, muy agradable de patear por su denso bosque de encinas y pinos laricios.
Al poco por un pasadizo cuestarriba cuya inclinación se pone exigente y al mismo tiempo divertida.
Viky como las cabras, en lo alto de la cornisa y posando como una modelo de alta costura y sacándome la lengua...¡hija de perra!
Fósil atestiguando un remoto entorno marino, en Sierra Seca. Al fondo, la omnipresente Sagra, que ahora tenemos a la espalda.
Un pino, cuyas raíces se aferran con uñas y dientes a la tierra que le vio nacer. 
Viky, probablemente cavilando..."¡Y este tío por donde me mete, ni las cabras suben por aquí...! ¡Ahhh, resignación, qué remedio, lo que hay que hacer para que una tenga su momento de gloria en el blog del cabeza de chorlito este...!
Bajo este pinaco descansamos un poco y bebemos agua. La subida y el calor reinante, ayuno de aire que refrigere se las trae.
Unas alegres cabritillas observaban nuestro progreso...
Bonito prado donde pastan, unos animalillos muy simpáticos...
Esta variedad de cabra autóctona de la zona es muy amigable y no se asusta por cualquier cosa...y menos de dos especímenes desiguales en aspecto pero semejantes en su mentalidad y actitud caprinas.
Y como "cabra coja no quiere siesta", hemos de reanudar nuestro camino, si para antes de agosto queremos completar el recorrido. Acercándonos a un coqueto rincón de singular belleza.
Husmeando los restos de algún extinto animal.
Es este lugar llamado la laguna, un rincón especial, en donde se respira soledad y mucha paz. A Viky también le gustó mucho pues debió advertir la magia de que reverbera el paraje.
Se estuvo revolcando y restregando en la laguna como una posesa. Se puso perdida de légamo. A saber su olfato e instinto qué estarían percibiendo. Tal fue el frenesí sensorial que debió invadirla, que su arrebato y entusiasmo me resultaron contagiosos. Casi me entraron deseos de imitarla en su desenfreno. Por momentos parecía tarumba.
¡Qué chula es mi Viky!
Maravilloso placer caminar por esta hermosa y coqueta alfombra.
Caminando hacia el vértice geodésico.
Sierra Seca también merece una oportunidad.
¡Al pie del Tornajuelos y allá al fondo, Pico del Buitre, con sus 2142m, que nosotros, en esta ocasión, eludimos...! Y desde el vértice y una vez iniciado el regreso, dispongámonos a deleitar la mirada con el circundante bonito entorno.
Unos periodistas de la televisión andaluza que andaban por aquí grabando, me pidieron permiso para inmortalizar mi paso por estos andurriales; por supuesto me negué, ya que temí por la integridad de sus equipos, a lo que respondieron entre risas que preferían arriesgarse...de manera que, me pidieron que actuara con naturalidad, sin mirar a la cámara y seguí caminando, tomando fotos a todo lo que se movía que era bastante y lo estático del pintoresco paisaje.
Estas cabras autóctonas de la provincia de Granada, deben estar tan acostumbradas a los humanos, que ante nuestra presencia, lejos de salir espantadas, no solo ni se inmutaron sino que algunas hasta se nos acercaron. Algún espécimen había cuyos cuernos amenazantes no perdía de vista por si intentaba toparme y tenía que salir disparado camino abajo de los Prados del Duque, pero resultaron muy amigables, más bien mostraron cierta curiosidad e interés por Viky a la que estos bichos, no parecían hacerle ni chispa de gracia. Se trataría del lógico instinto de supervivencia. 
A mí me preocupaba el de las pintas negras que tenía unos cuernos que metían miedo, y además, era el/la que miraba con más descaro. Para mi desgracia, reparé en que no llevaba nada rojo con que lidiarlo si embestía. Afortunadamente no fue necesario. Estos bellos animales, se crían en entorno tan propicio y tranquilo, que no me extraña la conducta tan cordial y amistosa de la que hacen gala. En ningún momento logré localizar el paradero del pastor. ¿Andarían solas? Eran unas cuantas cabezas dispersas por doquier.
Y mientras La Sagra se cubre de nubes y apenas me restan unos cientos de metros antes de cerrar el círculo, me viene a la mente aquella cita que dice: "tú eres el que hace que tu vida siga viva, y tienes que aprender a que sea ella la que te siga..."
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!